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03 de septiembre del 2025

Mujeres indígenas en México: guardianas de la semilla

Especial por el Día Internacional de la Mujer Indígena (5 de septiembre)

En el campo mexicano, las mujeres indígenas sostienen la base de nuestros sistemas agroalimentarios. Seleccionan y resguardan semillas, cuidan huertos familiares, organizan la poscosecha y mantienen viva la cocina tradicional —incluida la nixtamalización— que convierte al maíz en un alimento más completo. Este trabajo, muchas veces invisible, es estratégico para la biodiversidad, la nutrición y la resiliencia del agro.

Saberes que sostienen la mesa mexicana

La milpa (asociación de maíz, frijol, calabaza y otras especies) equilibra nutrientes del suelo, reduce malezas de forma natural y ofrece una dieta variada. La selección de semilla que realizan las agricultoras, ciclo tras ciclo, preserva variedades locales adaptadas a microclimas y usos culinarios específicos (tortilla, atole, tamal). En paralelo, los huertos familiares aportan verduras, frutos y plantas medicinales que estabilizan la alimentación anual y diversifican ingresos.

Las mujeres indígenas de México son titulares de derechos y agentes económicas del sistema alimentario: lideran decisiones sobre qué sembrar, cómo almacenar, cuándo vender y qué preparar para asegurar dietas culturalmente pertinentes. Su trabajo articula el ciclo productivo (semilla–siembra–cosecha), el reproductivo (cuidados, alimentación) y el comunitario (ferias de semillas, asambleas), generando valor social y económico que rara vez se contabiliza. Reconocer su aporte implica garantizar acceso a tierra, agua y financiamiento, información en su lengua, participación efectiva en la toma de decisiones y entornos libres de violencia; no romantiza su carga de trabajo, la reconoce y la remunera.

Cuando estos saberes se fortalecen:

  • Aumenta la diversidad de cultivos por parcela y mejora la estabilidad del rendimiento.
  • Disminuyen pérdidas poscosecha gracias a mejores prácticas de secado y almacenamiento.
  • Se preservan razas de maíz y especies locales con valor cultural y nutricional.

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México, megadiverso y con sistemas patrimoniales

México es centro de origen y diversificación del maíz, con decenas de razas nativas conservadas por familias campesinas. Tres sistemas tradicionales muestran por qué esta herencia importa hoy: la Chinampa (CDMX), la Milpa maya–Ich Kool (Yucatán) y el Metepantle (Tlaxcala), reconocidos por su productividad hídrica, manejo biodiverso y arraigo cultural. En todos, las mujeres participan en la gestión de semillas, el manejo del patio familiar y la articulación cocina-mercado. Difundir sus aprendizajes no solo preserva el patrimonio: ofrece criterios técnicos aplicables para abastecimiento, resiliencia y calidad.

Mujeres indígenas en México: guardianas de la semilla

Brechas que debemos atender (con perspectiva de género y derechos humanos)

Las hablantes de lengua indígena asumen mayor carga de trabajo no remunerado (hogar, cuidados y labor comunitaria), lo que recorta el tiempo disponible para capacitación, trámites o negociación comercial. A ello se suma el menor acceso a tierra y activos productivos, barreras lingüísticas y geográficas, y riesgos de violencia en trayectos o espacios de intercambio. La respuesta debe centrarlas como sujetas de derechos: corresponsabilidad de cuidados, información accesible en su lengua, mecanismos de queja y reparación, logística segura y participación libre, previa e informada en cualquier proyecto que afecte su territorio o sus semillas. Evitar el extractivismo de conocimientos no es un gesto voluntario, es una obligación.

Qué puede hacer la cadena del agro (medidas concretas)

  1. Compra con trazabilidad biocultural: documenta origen de semilla, manejo de policultivo y prácticas de poscosecha; incluye ese valor en el precio de compra y en tus especificaciones de calidad.
  2. Calendarios y contratos pertinentes: horarios compatibles con cuidados, puntos de acopio cercanos y pagos en plazos claros; contratos bilingües (español y lengua local) y lectura en asamblea cuando aplique.
  3. Logística y negociación seguras: inspección remota de mercancía, rutas seguras, contactos de emergencia y espacios libres de violencia para la entrega.
  4. Reconocimiento del trabajo de semilla: remunera selección, limpieza y resguardo como servicios; registra y respeta autoría comunitaria sobre saberes y materiales genéticos (consentimiento informado).

Formación y liderazgo: talleres pagados, becas para mujeres, mentoreo técnico y participación efectiva en comités de calidad y de agua.

Casos que inspiran (y se replican)

En Oaxaca, bancos comunitarios de semilla organizan ferias de intercambio y comités (a menudo liderados por mujeres) que preservan y documentan variedades nativas. En Chiapas, redes de “guardianas de la semilla” clasifican maíces criollos para resembrar y para la cocina local, asegurando disponibilidad y diversidad. En Yucatán, la milpa maya (Ich Kool) integra patio-milpa-comedor, y en Tlaxcala, el Metepantle conserva terrazas agrícolas donde el maíz convive con agave y plantas útiles; en ambos casos la toma de decisiones incluye a mujeres en roles técnicos y comunitarios.

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